Una entrada que escribo como una de esas cositas raras que yo hago. Esta entrada espero que sea el inicio de una nueva etapa, llevo varios meses siendo un poco cobarde, no me estoy enfrentando a mis problemas, y hacerlo de manera honesta conmigo misma primero, y con los demás después, puede hacer que salga de este momento un poco complicadillo por el que estoy atravesando, puede ser que me ayude a mirar hacía delante de una manera distinta y reencontrarme con la persona que siempre fui.
Efectivamente ser cobarde no vale pena, hay que ser valientes, eso SIEMPRE vale la pena. Cuando echo la mirada atrás veo que las personas que en algún momento lo fueron, les fue muy bien, se atrevieron a hacer cosas que les reportaron cosas buenas para ellos y para los demás, cosas que le dieron sentido a su vida y la llenaron de ilusiones y de cosas por las que luchar.
Las personas no podemos dejar de ser nosotros mismos y movernos por los principios que tenemos cada uno. Debemos ser íntegros y defender nuestros principios a pesar de lo que pueda suponer a los demás. Eso hace que ser uno mismo suponga renunciar a cosas, apostar por cosas y romper con lo establecido, que hay veces que tienes que decir que no, o que si, que no siempre tus opiniones tienen que gustar a todos los que te rodean, que no siempre has de dar todo lo que los demás esperan de ti, que la vida se afronta una vez y no la elijes.
Cuando no actuamos así, cuando no nos movemos así, todo nuestro ser se tambalea.
Al fin y al cabo, que ser valiente no salga tan caro, y que ser cobarde no valga la pena. ¿Verdad?
Que nosotros mismos a veces nos convertimos en nuestros peores enemigos, que no hay mas sordo que el que no quiere oír, y que no hay mas ciego que el que no quiere ver.
En definitiva, que GANE EL QUIERO la guerra del PUEDO.